Del griego mageia, <<magia>>, es el arte de producir fenómenos supranormales, aparentemente inexplicables para el común de los mortales, sometiendo a voluntad fuerzas y poderes superiores (fuerzas de la naturaleza, espíritus, genios, fuerzas demoníacas…).
Si se mira al pasado se puede constatar que todas las culturas han tenido fascinación por la magia y han recurrido a los magos y a sus fabulosos poderes. Una prueba de ello la encontramos en el Antiguo Testamento y la lucha de influencias de Moisés con los magos del Faraón.
Y los grandes magos han jalonado la historia de toda la Antigüedad. Los romanos y el mundo cristiano condenaron y combatieron la magia, que en aquella época quedo relegada, junto con otras ciencias ocultas, al rango de práctica diabólica. Sin embargo, la magia no desapareció completamente, ya que respondía, al igual que en la actualidad, al igual que en la actualidad, a una necesidad humana. El recurso a los distintos medios de protección simbólicos, como amuletos, grisgrises, pentáculos, encantos, sortilegios… ilustran perfectamente esta necesidad fundamental del recurso a la magia. Para entender el acto mágico, conviene redefinir la noción de pensamiento anímico, la que literalmente << anima >> y << da vida >> todo lo que rodea, como el niño que habla con su robot, a su gato, a una mariposa posada en una flor a su osos de peluche. De esta concepción anímica del universo nace la magia.
Así, el hombre de la Antigüedad que bailaba porque << quería >> bailar o << tensaba >> el arco porque quería tirar con el arco, concibió la idea que llovería si él quería, que el trueno retumbaría si él lo deseaba intensamente. La magia hunde sus raíces en esta voluntad humana acordada a las fuerzas cósmicas.
Las semillas que germinan y las flores que se abren obedecen a fuerzas que se activan al llegar las primeras lluvias primaverales o los primeros rayos de luz. Humedad y calor son dos elementos que ponen en marcha las señales. Lo mismo ocurre con las operaciones mágicas.
Acuerdo mayor del hombre y del cosmos, conocimiento profundo de los fenómenos del universo: basta un canto, un ritual o un encantamiento mágico que actúe como señal para poner en marcha las fuerzas. Un canto modulado en ciertos sonidos puede convertirse en la señal que activa el mecanismo de la tormenta. El acto mágico es la señal que inicia el proceso o el mecanismo.
El arte mágico podrá resumirse en tres puntos: el conocimiento de los fenómenos y los misterios de la naturaleza, la intención de actuar con un objeto preciso y el conocimiento de las fórmulas y los rituales que permiten operar.
Fuentes: Las Ciencias Ocultas de la A la Z de Yrene Ellkevel
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